jueves, 15 de noviembre de 2007

Un siglo de provocación y comodidad (y III)

En los años 20 aparecieron en el mercado distintas variantes del modelo inicial de Poiret y Jacob, al que se incorporaron telas elásticas y nuevas aperturas para madres lactantes y nodrizas. La década de los 30, en cambio, fue testigo de la aparición del primer 'bra' sin tirantes; en la de los 40, las 'copas' acapararon toda la atención.

Como respuesta al movimiento 'flapper' -una corriente que abogó por el regreso al estilo griego de cajas torácicas completamente planas-, saltó a la palestra Ida Rosenthal, una emigrante judía a quien se debe el actual tallaje del sujetador. En otras palabras, a la 'injusta' numeración del supuesto pecho perfecto: la 90-C.

Tan segura del retorno al busto pronunciado, Rosenthal llegó a declarar en los 60 que no le molestaba que las mujeres quemasen sus sostenes como símbolo de liberación femenina. «Cumplidos los 35, ninguna de nosotras puede prescindir de ellos. El tiempo está a mi favor». Bien clarito: la ley de la gravedad hace estragos en todas.

Los 80 y los 90 aportaron al gran invento una innovadora tecnología que se traduce hoy en términos como cruzado mágico y 'push up', entre otros. Por ejemplo, la firma Playtex se acordó de las más poderosas y puso a su alcance los modelos reductores. Y Wonderbra hizo lo contrario; consiguió que las 'nadadoras' se metiesen monedas en el canalillo y posasen frente el espejo tan macizas como Eva Herzigova, protagonista de la primera campaña de esta firma que fue noticia hace unos meses por presentar un nuevo sujetador con 100 posiciones distintas en los cuerpos de 100 modelos en la plaza de Colón. Una original forma de celebrar el centenario colapsando el tráfico.

El nuevo milenio hace las delicias de los que consideran esta prenda un objeto de culto. Victoria's Secret, que contrató a Gisele Bündchen como 'pecho', perdón, como 'rostro' de la casa, llegó a cubrir un sostén con 2.000 diamantes en un alarde de lujuria. E incluso consiguió que la más rica de las modelos según la lista de Forbes posara con un ejemplar cuajado de cristales de Swaroski.

Hoy por hoy, el icono más emblemático de la lencería es reflejo de las tendencias en ropa que se suben a las pasarelas. ¿Que se lleva el 'look' cabaretero y el 'palabra de honor'? Ahí están Andrés Sardá y Totón Comella, por mencionar algunos diseñadores, inundando los cajones de la cómoda de terciopelos fucsias, tirantes transparentes, abalorios violetas, encajes negros tipo 'sado' y satenes rojo 'burdel'. Hasta el momento, la marca Dim se apunta el último tanto: un sujetador sin aros y con silicona para presumir de pechamen sin pasar por quirófano.

(...fin)

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Un siglo de provocación y comodidad (II)


Hasta el siglo XIX no aparecieron los primeros postizos, liberando por fin un poco los senos de su tan larga y duradera opresión. Aquellas prótesis, llamadas «pechos de limón» debido a su forma y tamaño, se colocaban estratégicamente para realzar el busto dentro del complejo ritual diario de enfundarse modelitos a los que se sumaban el polisón, el miriñaque y las infinitas capas de tela que componían todo el conjunto. Y eso sin contar con el resto de complementos.

Poiret no era consciente de ese pequeño paso para la mujer -y tan grande para la humanidad- cuando esbozó el primer sostén en su taller de París; un armazón de alambres finos, aros y retales de seda que hoy se considera una de las mayores obras de ingeniería textil que se conocen.

Un buen día, una mujer de la alta sociedad neoyorquina que respondía al nombre de Mary Phelps Jacob encontró en la creación del modisto su salvación a la hora de vestirse. La entonces joven se puso uno de estos sujetadores aún no patentados para acudir a una fiesta luciendo 'escotón'. El secreto de su rutilante aspecto estaba en el interior: un 'brasier' sin espalda elaborado a partir de dos pañuelos entrelazados por una cinta estrecha y sujetos con un cordón lograban un resultado pectoral de lo más cautivador.

Ayudada por un grupo de amigas -luego clientas-, la avispada Jacob no tardó en apoderarse del invento. Pero en aquella época no conocía los beneficios del marketing y no supo sacar tajada a su empresa. En cuanto le presentaron a la diseñadora de la Warner Brothers Corset Company de Bridgeport (Connecticut), la ladrona no tardó en cederle los derechos de la prenda a cambio de 1.500 tristes dólares, una miseria comparado con la ristra de ceros que hoy factura la industria de la lencería.

(última entrega: la próxima semana)